EL VACIAMIENTO DEL CONICET Por Pablo Rieznik

El 10 de abril pasado se conmemoró el 50 aniversario del Conicet. Fue fundado en 1958 por Bernardo Houssay, un hombre alineado en el ala liberal derechista de la Revolución Libertadora. Houssay suponía que su tarea se beneficiaría al separarse del clima politizado de la universidad de la época. Concebía la investigación como la tarea de una élite: rechazaba de plano a los estudiantes que se le acercaban, si, además de estudiar... trabajaban. En su larga vida, el Conicet cobijó largamente a camarillas reaccionarias e inclusive abiertamente fascistoides.Las notas oficiales sobre el medio centenario rindieron puntualmente homenaje al "organismo rector de la ciencia nacional" y omitieron lo fundamental de su circunstancia presente: como todo el sistema de enseñanza e investigación pública, el Conicet está siendo vaciado. Al revés, la prensa insistió en mostrar que en los últimos años se amplió el acceso a la carrera de investigador e inclusive el número de becarios. Es la mitad de la verdad y entonces una mentira redonda: ahora, en un extremo como nunca antes conocido, el Conicet agota sus recursos en sueldos y carece de fondos para cualquier otra cosa, en un terreno en el cual los recursos materiales son claves.De modo que el Conicet celebra sus cinco décadas con una precariedad sin precedentes de insumos, laboratorios, personal de apoyo, etc... Precisamente es el personal de apoyo el que ha puesto de relieve la cuestión en este aniversario en una declaración oficial titulada "nada para festejar" (Perfil, 12/4). Los trabajadores denuncian "la política de extinción de nuestra carrera, ya que a diciembre de 1992 el número de agentes era de 3.266 y a diciembre de 2007 la cifra descendió a 2.319". La relación entre el personal técnico pasó entonces de 1,14 por cada investigador a 0,44. La planta técnica del Conicet está envejeciendo: 58% del personal tenía más de 50 años ya en diciembre de 2005.Precariedad es la palabra clave porque la otra novedad es que en esta nueva década, el Conicet debuta con el lanzamiento reciente de los "jóvenes científicos precarizados", que reúne justamente a los becarios del organismo que reclaman condiciones mínimas de trabajo, relación de dependencia y democratización del organismo en el cual domina la cooptación y el gobierno de las camarillas afines al poder... y a los negocios.El "progresismo" ha omitido cuidadosamente denunciar todo esto, mientras sigue celebrando la creación de un Ministerio de "ciencia" que mostraría el compromiso oficial en la cuestión. Inclusive, pocos días antes del "cincuenta aniversario" anunció un "plan de inversiones para la ciencia" desde la Casa de Gobierno y en conferencia de prensa con doña Cristina (Clarín, 29/2).Pero no es bueno dejarse engañar, y menos los científicos, que deberían hurgar un poco más allá de la superficie de las cosas. Lo cierto es que el mentado plan de "inversiones" no incluye un peso más para el miserable presupuesto de ciencia y técnica que es de 0,4% del PBI, cuando no debiera ser inferior al 1%. Las "inversiones" prometidas son por fuera del presupuesto universitario y del Conicet. "Como ejemplo, se señaló en la conferencia de prensa, se levantará un polo en el barrio porteño de Lugano que incluirá a once empresas farmacéuticas, laboratorios de la UBA y el Instituto Malbrán" (ídem). Algo que tiene su lógica porque Barañao, el ministro del ramo, estuvo asociado al lucrativo negocio de la "biotecnología" desde su cargo previo de presidente de la Agencia de Promoción Científica y normalmente con financiamiento del Banco Mundial. La política de desfinanciar la enseñanza superior y la investigación científica en favor de subsidios específicos desde el Ejecutivo viene del menemismo y del propio Banco Mundial. En su momento propusieron, inclusive, cerrar el Conicet. Ahora, se lo deja agonizar en la más completa... precariedad.

Pablo Rieznik