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El sector de Micheli ha convocado elecciones complementarias para el 9 de diciembre. El de Yasky haría otra elección, tal vez de tipo general, en marzo. Se trata de sendas autoconvocatorias para autoelecciones que apuntan a legitimar una ruptura. La previsión, en mayo pasado, en Prensa Obrera, acerca de que la otrora burocracia unida de la CTA la llevaría a la liquidación, se ha confirmado lastimosamente.
Yasky actúa con el apoyo del Estado, que ha sido convertido en interventor de Tomada en la CTA y opera para cooptar seccionales de ATE y otros gremios como Conadu, UTPBA o subtes. Usa para eso, sin pudor, los aparatos de Ctera y Suteba. La tendencia de Micheli responde como un pugilista ‘groggy'. La ventaja de uno sobre el otro reside en los proyectos políticos que ambos esgrimen: Yasky, abiertamente, el de la reelección K y el reforzamiento de la integración de los sindicatos al Estado; Micheli, vergonzosamente, el de Pino Solanas -una alternativa menor en la constelación opositora. Yasky va por toda la CTA, Micheli por la conservación de su reducto de ATE. De boca para afuera, la fracción de Micheli defiende su convocatoria para obtener una cobertura legal que le permita desarrollar la lucha de los tercerizados, lo cual demuestra un alto nivel de derrotismo -cuando, además, los Yasky y Micheli no jugaron ningún rol en el Roca, así como tampoco en Edenor, ni lo jugaron en el subte durante la lucha por la jornada laboral de seis horas o por la integración de las tercerizadas de Metrovías. Sí lo jugaron para fracturar políticamente a los delegados del Subte, mediante la afiliación de prepo a una CTA que no ya no existe. La CTA, en siete años de kirchnerismo, no hizo un paro nacional, excepto ante el asesinato de Carlos Fuentealba. El ala degennarista no apeló jamás al congreso nacional, donde tenía mayoría, ni a la deliberación de las bases para quebrar la ofensiva de Yasky.
La participación en estas elecciones, francamente truchas, es inaceptable porque significaría una complicidad con la destrucción de la CTA. Para reconstruir a la CTA es necesario, antes que nada, un cambio en la orientación política que opone al proyecto K otro proyecto político igualmente ajeno a la clase obrera -el de Proyecto Sur. La CTA debería estar al servicio de un proyecto político independiente, propio de la clase obrera. En estrecha relación con esto, la segunda cuestión es que deben cesar las decisiones burocráticas de cúpula y pasar la posta a la deliberación de las bases mediante plenarios y congresos, a los que sean convocados todos los sindicatos de la CTA -si es necesario por encima de sus direcciones, e incluso con la participación de las organizaciones clasistas de sindicatos y cuerpos de delegados que se encuentran en la CGT. El proyecto estratégico de la burguesía para la clase obrera -reforzar la integración de los sindicatos al Estado- vacila en sus cimientos -como lo prueban la rebelión de los tercerizados, el desarrollo del movimiento clasista y el paso de la burocracia por la Justicia penal. El movimiento obrero se está reconstruyendo con independencia de las maniobras que las burocracias de la CGT y la CTA tejen a sus espaldas. Hay que trabajar aquí -no avalar elecciones truchas de diverso tipo para salvar la reputación o función gremial (en última instancia insalvables) de los dirigentes que las convocan. La fracción de Micheli está tan lejos de una diferenciación con la de Yasky que le votó por unanimidad todas las macanas que los yaskistas propusieron en el reciente Congreso de Suteba -incluida la usurpación de la seccional La Plata.
La ex dirección colectiva de la CTA no presentó todavía un balance político de su participación en la Alianza, primero, y el Consejo Consultivo de Duhalde con la Iglesia, más tarde, así como de la "esperanza" kirchnerista, por último. Su política del colaboración de clases con la Federación Agraria y las pymes ha ignorado la campaña de éstas a favor de la flexibilidad laboral, la tercerización y el trabajo en negro -para las empresas con menos de ochenta obreros (lo que incluye a la gran industria). Ahora, Proyecto Sur reivindica un ‘replay' disminuido de la Alianza con el automotor Juez y el cerealero Binner. Así, la CTA de Micheli no podrá ser nunca dirección de la rebelión de los tercerizados ni podrá combatir la precarización laboral, menos aún reconstruir a la CTA. A los partidos de izquierda que avalan el llamado a elecciones truchas que no resuelven nada, los inspira un seguidismo que les asegure alguna candidatura por Proyecto Sur -no la defensa de la CTA.
Es la hora de una discusión franca y de un balance político. Para impedir su destrucción, los militantes y activistas de la CTA debemos exigir un cambio de orientación política y de metodología.
Néstor Pitrola